jueves, 12 de junio de 2025

Cómo Aplicar Primeros Auxilios Psicológicos a Niños y Adolescentes en Momentos de Crisis

 


¡Hola! Qué bueno que estás aquí, porque vas a aprender cómo aplicar los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) a nuestros niños y adolescentes en los momentos más difíciles. Así como sabemos qué hacer ante una herida física, es vital estar preparados para apoyar emocionalmente a los más jóvenes cuando una crisis golpea. Este artículo es tu guía esencial para esas acciones rápidas y efectivas.

Pero, ¿qué pasa con el bienestar emocional? ¿Sabías que también existen los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP)?. Quizás hayas oído hablar menos de ellos, pero son un término reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y aunque suelen difundirse en situaciones extraordinarias como catástrofes, ¡tienen un valor preventivo altísimo! Por eso, todas las personas, y especialmente las familias con niños, deberíamos conocerlos y saber aplicarlos en el día a día. Aquí nos vamos a centrar en los peques y adolescentes. 

¿Qué son exactamente los Primeros Auxilios Psicológicos y cuándo se aplican?

Los PAP son una serie de acciones para acompañar y ayudar a las personas, y de forma particular a los niños, a enfrentarse a algo realmente difícil y fuera de lo común en sus vidas. A esto le llamamos un "incidente crítico". 

Un incidente crítico puede ser muchas cosas, como:

•La noticia del divorcio de los padres, sobre todo si es conflictivo.

•Un ingreso inesperado en el hospital.

•Presenciar o vivir un accidente grave.

•Recibir un diagnóstico de enfermedad grave.

•Perder el hogar por un incendio o catástrofe.

•El diagnóstico grave o terminal de un papá, una mamá o un hermano.

•La muerte repentina de un familiar cercano.

•La muerte de un amigo o compañero de escuela.

En resumen, los PAP se aplican ante cualquier situación que cumpla estos criterios:

 •Ser inesperada y diferente a lo que el niño ha vivido antes.

•Suponer un cambio, aunque sea temporal, en sus rutinas habituales.

•Generar miedo intenso en el niño o, algo muy importante, en sus cuidadores principales. 

Para que sean efectivos, los PAP deben aplicarse desde los momentos inmediatamente posteriores al incidente.

 •Si el incidente es puntual (con principio y fin claro y corto, como un accidente), aplícalos durante al menos 72 horas y como máximo una semana.

•Si el incidente es de largo recorrido (como un ingreso hospitalario largo), aplícalos durante todo lo que dure y hasta al menos un mes después de que termine.


¿En qué consisten los PAP? Las 5 acciones claves

Los PAP son acciones más o menos sencillas que cualquier adulto puede aprender. Su objetivo principal es reducir el impacto del incidente crítico en la vida y desarrollo del niño.

En palabras más técnicas, buscan prevenir síndromes de estrés agudo y postraumático. El fin último es gestionar la situación para minimizar el riesgo de que queden secuelas.

Hay 5 acciones que forman los PAP, y es recomendable hacerlas siempre en este orden:

1.Contener

2.Calmar

3.Informar

4.Normalizar

5.Consolar 

Las acciones específicas para cada paso varían un poco según la edad del niño.

Para niños de 0 a 3 años: Implica evitar separarte de ellos, ofrecer contacto físico, ayudarles a relajarse, validar sus emociones (si tienen más de dos años, ponerles nombre), explicarles la situación con lenguaje simple y asegurándoles que no están solos, establecer rutinas (como la de dormir), no forzarlos a comer, poner límites a las rabietas con ternura, hacer actividades positivas, escucharles ("hablarles"), permitirles control sobre cosas pequeñas, y ayudarles a expresar sentimientos jugando

Para niños de 3 a 6 años: Asegurar su comodidad y descanso, ofrecer abrazos y contacto, hablarles suave y en voz baja, hacer actividades relajantes (cuentos, masajes), usar distracciones imaginativas (un gorrito puede ser de Spiderman), explicarles lo ocurrido de forma simple y honesta, responder a sus preguntas, corregir malinterpretaciones, explicar la diferencia entre sueños y realidad, abordar la muerte directamente si aplica, ayudarles a nombrar y expresar sus emociones (validándolas), tolerar comportamientos regresivos o agresivos por un tiempo, animarles a jugar o dibujar sobre lo sucedido, mantener rutinas, permitirles hacer tareas apropiadas a su edad, usar palabras que muestren sentimientos comunes, no obligarles a hablar, y permitirles participar en rituales culturales/religiosos.

Para niños de 6 a 10 años: A esta edad, entienden más, pero también malinterpretan y captan el miedo de los adultos. Debes intentar que sus emociones no se desborden, buscando un equilibrio entre expresar el miedo y controlarlo racionalmente, atendiendo a sus miedos pero respondiendo desde la razón. Háblales suavemente, dales razones para tranquilizarse, recuérdales cuando superaron miedos previos, pero nunca digas que todo irá mejor si se calma (puede que no sea verdad). Infórmales con lenguaje adecuado, de forma simple y honesta, responde todas sus preguntas, insiste con suavidad si no quieren escuchar, averigua qué han oído y corrige. Aborda la muerte directamente. Ayúdales a nombrar emociones, anímales a expresarse sin forzarlos, y si reaccionan con irritabilidad, diles que entiendes que estén enfadados pero que deben intentar no estarlo. Consuélales animándoles a dibujar/jugar sobre lo ocurrido, mantén rutinas, busca equilibrio entre distracción y afrontamiento, permíteles hacer tareas productivas, fomenta el contacto social con amigos, y permíteles participar en rituales de duelo.

Para preadolescentes de 9 a 12 años: Tienen una comprensión similar a los adultos pero les cuesta manejar emociones; el grupo de amigos es muy importante. Debes buscar un equilibrio entre la expresión emocional y el control, permitiendo que tengan su espacio a solas (ya que pueden avergonzarse de sus emociones) pero sin que sea excesivo. Háblales en voz pausada y serena, dales razones, recuérdales miedos superados y permíteles distraerse con amigos o televisión. Usa un lenguaje adulto pero sencillo, responde claro y sin rodeos, invita a que pregunten más (sin dar info extra no solicitada), y si evitan hablar, retoma el tema al día siguiente. Aborda la muerte directamente. Anímales a expresarse sin forzarlos, explícales que el mal humor puede ser una forma de tristeza y que no tienen que estar tristes todo el tiempo. Consuélales permitiendo participar en rituales de despedida, animándoles a encontrar actividades que les ayuden, permitiéndoles volver a la escuela y actividades habituales, y fomentando el contacto con su grupo de amigos. 

¿Qué reacciones son "normales" y cuándo buscar ayuda profesional? 

Después de un incidente crítico, es esperable ver ciertas reacciones en los niños. Son respuestas adaptativas y suelen disminuir gradualmente.  

Algunas reacciones esperables incluyen: 

•Problemas para dormir (pesadillas, miedo a la oscuridad, levantarse asustado, insomnio/hipersomnia).

•Dificultad para separarse del adulto de referencia (miedo a estar solo).

•Problemas de alimentación (no querer comer, cambios de hábitos, trastornos).

•Retroceso en conductas o aprendizajes ya adquiridos (involución conductual, volver a chuparse el dedo, orinarse en la cama, hablar como bebé)

•Aumento de los miedos

•Irritabilidad, mal humor, rabietas.

•Hiperactividad, agitación o, por el contrario, estar más callado o no hablar en absoluto

•Juegos violentos o reexperimentación del suceso a través del juego

•Agredir al adulto o cuidador.

•Decir cosas como "¡Vete, te odio!" o "Todo es culpa tuya"

•No querer jugar o hacer nada.

•Aparentar no tener sentimientos (embotamiento afectivo).

•Llanto frecuente o intenso (en bebés, un llanto continuo e inconsolable puede ser señal de alerta).

•Pedir constantemente detalles del incidente, aunque sean sin importancia.

•Incertidumbre sobre su seguridad (creer que el peligro está cerca, preguntar quién los cuidaría si los padres mueren).

•No entender el concepto de la muerte (para los más pequeños, es temporal y reversible; para los mayores, irreversible y universal pero sin consciencia de la propia muerte aún).

•Dificultades de concentración o rendimiento escolar, conductas disruptivas, absentismo.

•Aislamiento o conductas de riesgo (en preadolescentes).

Estas reacciones suelen desaparecer al cabo de unas cuatro semanas. Para preadolescentes, puede tardar entre 6 y 10 semanas.  

Si estas conductas se prolongan mucho más, lo adecuado es consultar a un psicólogo especialista en estrés agudo y/o trauma infantil. Recuerda, cada niño es diferente, a veces no entienden lo que pasa, y esto crea estrés en la familia. ¡No dudes en pedir ayuda cuando la necesites! La UTCCB (Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos de Barcelona) es un centro especializado que ofrece este tipo de intervención.  

¿Quién debe aplicar los PAP a los niños?  

Las personas ideales para aplicar los PAP a niños y adolescentes son sus adultos de referencia: sus padres, madres, los adultos más importantes de su familia y sus maestros.  

La importancia crucial de involucrar a las familias 

Cuando una crisis afecta a una familia con niños de 0 a 12 años, es crucial implicar a los padres y cuidadores principales en la aplicación de los PAP. ¿Por qué? Los beneficios son enormes: 

•Mayor efectividad: Ellos son las personas de referencia para el niño y generan la mayor sensación de seguridad.

•Reduce la ansiedad de la familia: Muchas veces, los padres no saben qué hacer o temen equivocarse. Implicarlos les da una guía.

•Minimiza el riesgo de abandono: Si los cuidadores están muy afectados por lo sucedido, a veces sienten que no pueden cuidar a sus hijos. Ayudarles a aplicar los PAP es, a la vez, ayudarles a cuidar de sus hijos en ese momento difícil. 

Claro, hay obstáculos para lograr esta implicación: el propio estado de shock o afectación de los cuidadores, la confusión entre ayudar y sobreproteger (familiares que cuidan a los niños en lugar de apoyar a los padres), la actitud de la familia extensa que intenta tomar el control, o la tendencia a apartar a los niños del incidente (aunque duela verlos sufrir, esto puede hacer que se sientan excluidos). 

Por eso, es clave recordar que Los mejores cuidadores son sus personas de referencia. 

•Los proveedores de PAP nunca deben sustituir a los padres, por muy afectados que estén.

•La sobreprotección genera más inseguridad, tanto en adultos como en niños.

•Parte de aplicar los PAP es asegurarnos de que los niños sean correctamente atendidos por sus cuidadores.  

En la práctica, esto significa que, al acercarnos a una familia:  

•Debemos saludar tanto a los adultos como a los niños. 

•No debemos ignorar a los niños ni hablar solo con los padres en su presencia. 

•No debemos dar nosotros las malas noticias a los niños; esa tarea es de los padres o cuidadores, y nosotros podemos estar al lado para apoyarles y guiarles. 

•Podemos invitar a los niños a jugar o ir con otro adulto mientras hablamos con los padres, pero implicando a los padres y dándoles pautas. 

•Si el niño es muy pequeño (0-3), debemos atender a la madre o cuidadora y guiarla para que ella atienda al bebé, ayudándola a contenerlo, calmarlo, alimentarlo, mecerlo, etc. Nunca debemos hacernos cargo del bebé nosotros. 

•Debemos respetar el espacio familiar y no ser intrusivos. 

•Es vital informar a los padres sobre cómo pueden reaccionar los niños y cómo ellos pueden ayudarles. 

•Hay que informar sobre los recursos y cuándo buscar ayuda profesional.

•Evita errores como implicarte directamente con los niños (por exceso) o no ofrecer ayuda ni pautas a los cuidadores (por defecto).  

Factores que ayudan o dificultan la recuperación.  

La capacidad de un niño para recuperarse de un incidente crítico depende de varios factores, que pueden ser protectores (favorecen la recuperación) o de riesgo (aumentan la probabilidad de daño). Lo interesante es que la misma característica puede actuar de una u otra forma.  

Algunos de estos factores son:  

Del propio niño y su familia: Una personalidad sana, un apego seguro con al menos un progenitor, buen nivel intelectual, buena socialización, capacidad de resolver problemas, y una familia cohesionada, cariñosa y preocupada por los niños son factores protectores. Problemas previos de personalidad o adaptación, apego inseguro, dificultades académicas, pertenecer a una familia con muchos problemas, o haber vivido otros eventos estresantes antes son factores de riesgo. El género también influye; ser niña parece ser un factor protector.  

Del incidente en sí: No haber tenido víctimas mortales directas, no haber sido herido, la casa preservada, y conservar juguetes y objetos personales son protectores. Lo contrario (muertes/heridos, ser herido, perder la casa o los juguetes) son de riesgo. Para incidentes cotidianos, también influye si hubo una muerte, de qué tipo, y si hubo preparación para ella.  

De cómo se gestionó el impacto: Que el niño tuviera niveles moderados de activación durante el incidente, que los cuidadores controlaran su propio miedo, la capacidad de contención y consuelo de los cuidadores, que el niño permaneciera con sus adultos de referencia, recibir información suficiente y adecuada a su edad, ser llevado rápido a un lugar seguro, y restablecer rutinas y volver a la escuela/guardería pronto son protectores. Altos niveles de activación en el niño o cuidadores, poca capacidad de consuelo, ser separado de los adultos, no recibir información adecuada, permanecer en un lugar inseguro o provisional, prolongar la falta de rutinas, y no volver a la escuela son de riesgo.  

De la atención y seguimiento posterior (en los 6 meses): Tener orientación para los padres, tener espacios para hablar, jugar o representar lo ocurrido, y recibir ayuda si los síntomas persisten son protectores. La desorientación de los padres, no tener cómo procesar lo vivido, y no recibir ayuda para el malestar son de riesgo.  

Como ves, los Primeros Auxilios Psicológicos son una herramienta poderosa y accesible. No buscan sustituir la ayuda profesional a largo plazo si es necesaria, sino ser esa primera respuesta cálida y efectiva que minimiza el daño y ayuda a nuestros niños a empezar a recuperarse. ¡Tener esta información y saber cómo actuar marca una gran diferencia!






viernes, 23 de mayo de 2025

Primeros Auxilios Psicológicos (PAP): Guía Esencial para Comprender y Actuar en Crisis

 

Cuando ocurre algo inesperado o traumático, es natural sentirnos desorientados. Comprender qué es una crisis, cómo nos afecta y qué podemos hacer desde el primer momento, es fundamental. En este artículo, exploraremos los conceptos clave de las crisis, cómo se diferencian distintos tipos de incidentes y, sobre todo, la vital importancia de los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) como primera respuesta para el apoyo emocional en momentos difíciles.

¿Qué es una Crisis?

Una crisis se define como un suceso inesperado e infrecuente, impactante y/o destructivo que desencadena la pérdida de vidas, propiedades u objetos personales. Incluso si no causa este tipo de daño directo, una crisis genera un empeoramiento significativo de la calidad de vida de los afectados. Provocan pérdidas a múltiples niveles: vidas humanas, salud física, el control sobre la propia vida y el futuro, la esperanza, la confianza, la iniciativa, la dignidad, así como pérdidas en infraestructuras sociales, acceso a servicios esenciales y objetos personales de gran significado. Superar una crisis requiere esfuerzos y recursos importantes por parte de individuos, familias, comunidades e instituciones.

Se distinguen dos tipos principales de crisis:

  • Crisis cotidianas: Ocurren con cierta frecuencia y tienen efectos negativos, pero generalmente afectan a un número reducido de personas (como una familia y sus allegados) y no ponen en riesgo infraestructuras o servicios públicos.
  • Crisis masivas: Son infrecuentes pero afectan a un gran número de personas y familias, a menudo impactando también las infraestructuras y los servicios de una comunidad.

En un sentido más amplio, el término crisis o incidente crítico puede referirse a cualquier suceso inesperado que cause pérdidas y una sensación de pérdida de bienestar y control, incluso sin pérdidas directas de vidas o materiales.

Víctimas y Afectados: Diferenciando Conceptos

Aunque en el lenguaje común a menudo se usan indistintamente, es importante diferenciar entre víctimas y afectados en el contexto de una crisis:

  • Las víctimas son aquellas personas que fallecen en la crisis o que sufren heridas graves o muy graves.
  • Los afectados directos son las personas, comunidades e instituciones que sufren las pérdidas y el daño de la crisis en primera instancia. Esto incluye típicamente a los familiares cercanos, compañeros de trabajo o de estudio con trato habitual.
  • Los afectados indirectos son personas que, aunque no sufren las pérdidas de primer grado, comparten la consternación y las pérdidas asociadas. Pueden ser personas cercanas a los afectados directos o incluso la comunidad en su conjunto que se siente implicada.

Escalando el Impacto: Crisis, Urgencia, Emergencia, Catástrofe y Desastre

La gravedad y el alcance de un suceso determinan su clasificación:

  • Una crisis es un suceso inesperado con pérdidas y sensación de pérdida de bienestar/control.
  • Una urgencia es un incidente que requiere atención inmediata por los servicios habituales, sin que se alteren las actividades del resto de la sociedad. Por ejemplo, una fractura de pierna en la escuela o un infarto en un aeropuerto que son atendidos por los servicios sanitarios sin interrumpir el funcionamiento normal de los lugares.
  • Una emergencia es una crisis que altera el ritmo y quehacer habitual de la organización y/o comunidad implicada. Requiere que un número elevado de personas interrumpan sus tareas para la gestión del incidente. Un ejemplo podría ser la misma fractura de pierna, pero si ocurre de forma grave (fractura abierta con sangrado) en un lugar muy visible y con muchos testigos, alterando las actividades normales como el recreo.
  • Una catástrofe es una emergencia donde los servicios e infraestructuras habitualmente involucrados se ven comprometidos. Esto podría incluir un incendio forestal que impide la llegada de bomberos y sanitarios, o un terremoto que daña hospitales.
  • Un desastre es una emergencia causada específicamente por un percance natural responsable de los daños, como incendios, terremotos o erupciones volcánicas.

Las Fases de una Crisis y el Proceso de Duelo

Aunque una crisis tiene distintas etapas, es crucial entender el duelo, definido como una reacción adaptativa normal a pérdidas significativas. Su propósito es asimilar la realidad de la pérdida y permitir afrontar una nueva vida. Se prefiere el término "tareas del duelo" para enfatizar que la persona en duelo es un agente activo que debe emprender acciones, en lugar de un proceso pasivo.

Se presentan diversas perspectivas sobre el duelo:

  • Elisabeth Kübler-Ross describió cinco fases: negación (rechazo inicial), ira (ante la imposibilidad de negar), negociación (búsqueda de una nueva oportunidad), depresión (aceptación de la irreversibilidad) y aceptación (adaptación para continuar la vida).
  • J. William Worden propuso tareas activas: aceptar la realidad, trabajar las emociones y el dolor, adaptarse al entorno sin el fallecido, y recolocar emocionalmente al fallecido para seguir viviendo.
  • Robert A. Neimeyer ve el duelo como un ciclo de reconstrucción de significado, con fases de evitación, asimilación (desesperación, distanciamiento social) y acomodación (aceptación, recuperación). Destaca que la pérdida puede cuestionar o reafirmar el mundo personal de significados.

Primeros Auxilios Psicológicos (PAP): La Primera Respuesta

Los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) son un enfoque modular, basado en evidencias, diseñado para ayudar a niños, adolescentes, adultos y familias afectadas por un incidente crítico. Son la primera atención en las horas iniciales tras el impacto, idealmente dentro de las primeras 72 horas.

Los tres objetivos principales de los PAP son:

  • Reducir el nivel de estrés inicial.
  • Fomentar la adaptación a corto, medio y largo plazo.
  • Potenciar las estrategias de afrontamiento.

Los PAP se basan en estrategias científicamente probadas, incluyen la recogida de información para evaluar necesidades inmediatas, deben adaptarse a diversos contextos culturales y edades, y a menudo se apoyan en material psicoeducativo. Pueden ser aplicados por cualquier persona entrenada que forme parte de los equipos de respuesta. En emergencias masivas, los proveedores deben estar coordinados. En incidentes cotidianos, suelen ser aplicados por personas del entorno habitual del afectado que han sido formadas.

Se aplican en un lugar lo más confortable posible, fuera de la zona de impacto. En grandes catástrofes, esto incluye albergues, centros de servicios, centros de recepción de familiares, líneas telefónicas de emergencia, puestos de primeros auxilios y hospitales. Un lugar óptimo es seguro, protegido de la vista y sonidos del escenario, amplio con subdivisiones, bien comunicado, con recursos básicos y privacidad.

Respecto al cuándo aplicarlos, la postura dominante sugiere que son la técnica de elección en la fase de shock y adaptación, justo después del impacto y durante las primeras 72 horas. Si no es posible en este plazo, se pueden aplicar PAP adaptados dentro de las primeras 4 a 6 semanas, enfocándose menos en el control de la activación y más en la resiliencia. Después de 6 semanas, se recomiendan otras técnicas basadas en psicoeducación y normalización. La evidencia científica concluyente sobre su eficacia a largo plazo es limitada debido a diversas dificultades en la investigación.

Principios Éticos y Buenas Prácticas en la Aplicación de PAP

Al aplicar PAP, es crucial:

  • Modelar respuestas saludables (calma, amabilidad, respeto).
  • Mantenerse visible y cercano, pero no invasivo.
  • Asegurar la confidencialidad.
  • No exceder las propias competencias.
  • Referir a profesionales si es necesario.
  • Respetar la coordinación con otros intervinientes.
  • Cuidar del propio bienestar físico y emocional.

Los materiales detallan qué hacer y qué no hacer en diferentes fases de la interacción:

  • Contacto y presentación: No ser intrusivo, no hacer comentarios insustanciales, no avasallar. Sí presentarse, situarse sin invadir, evitar contacto físico, usar tono tranquilo, preguntar por necesidades y actuar en consecuencia.
  • Recogida de información: No trivializar, no dar consejos, no gritar, no menospreciar la opinión. Sí hablar pausado, explorar necesidades, clarificar, ordenar prioridades, atender según recursos, intentar que la víctima proponga soluciones.
  • Asistencia práctica: No menospreciar necesidades o creencias, no dejar con sensación de desamparo. Sí dar información práctica, respetar creencias, dar pautas de autocuidado, anticipar información útil.
  • Pautas de afrontamiento: No decir "no pasa nada", no imponer fortaleza, no trivializar, no amenazar con enfermedades. Sí normalizar, dar pautas de autocuidado, despatologizar, explicar reacciones normales esperables.
  • Conexión con servicios externos / Cierre: No apresurar, no irse sin despedirse, no dar sensación de que es una carga, no trivializar reacciones, no dejar desconectado de la red de salud, no dejar solo/desatendido sin relevo o red de apoyo. Sí esperar al relevo o red de apoyo, conectar con red de salud pública, dar pautas sobre cuándo pedir ayuda, dejar número de contacto.

Objetivos Específicos Promovidos por los PAP

La aplicación de PAP busca promover en el afectado:

  • Seguridad física y emocional: Ofrecer un lugar seguro y privado, estabilizar a personas abrumadas, dar información veraz, atender necesidades básicas, no hacer falsas promesas ni minimizar lo ocurrido.
  • Calma: Procurar confort, comunicarse pausadamente, escuchar sin forzar, ser amable con personas difíciles, dar información repetida y clara sobre dónde obtener ayuda.
  • Conexión con la red social de apoyo: Ayudar a contactar con familiares/amigos, reunir familias (especialmente niños con cuidadores), ayudar a conectar con fuentes de ayuda comunitarias, respetar normas culturales, ofrecer ayuda religiosa si se solicita.
  • Autoeficacia y eficacia grupal/comunitaria: Animar a las personas a expresar sus necesidades, ayudarles a priorizar problemas (sin resolverlos por ellas), normalizar sentimientos, promover la recuperación del control, apoyar iniciativas grupales.
  • Afrontamiento: Conectar a las personas con sus recursos personales, facilitar el inicio del duelo, ayudar a superar estilos evitativos o de negación.
  • Ayuda: Informar sobre todos los recursos disponibles (gubernamentales y no gubernamentales), derivar a servicios, ofrecer pautas psicoeducativas, no hacer falsas promesas.

Trastorno por Estrés Agudo (TEA) y Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT)

Es importante distinguir entre estas respuestas al estrés excepcional:

  • El Trastorno por Estrés Agudo (TEA) es un trastorno transitorio de gravedad importante que ocurre en las 6 primeras semanas tras un suceso estresante excepcional. Remite en horas o días, aunque puede durar hasta cuatro semanas según algunos manuales diagnósticos. Se considera precursor del Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) y se caracteriza por síntomas de hiperalerta, reexperimentación (pensamientos intrusivos, flashbacks), evitación y síntomas disociativos, causando un deterioro de la capacidad funcional. Su prevalencia varía y tiende a disminuir con el tiempo, siendo más común en mujeres víctimas de abuso o asalto y en hombres en combate o cuya integridad física fue amenazada.
  • El Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) es un trastorno cronificado y muy grave que ocurre como respuesta a un hecho traumático. No remite sin ayuda profesional y se considera la cronificación de un TEA mal gestionado. La duración de los síntomas es superior a un mes. Los criterios diagnósticos incluyen la exposición al trauma, reexperimentación persistente, evitación recurrente, síntomas de activación aumentada, duración prolongada y afectación de la vida cotidiana. Los síntomas son similares a los del TEA (hiperalerta, reexperimentación, evitación), pero persistentes y crónicos. La epidemiología varía según el contexto; aunque la mayoría de los adultos se recuperan sin secuelas, un porcentaje significativo puede desarrollar TEPT agudo o crónico, con una prevalencia generalmente mayor en mujeres.

Fases de Aplicación de los PAP

La aplicación de PAP sigue típicamente ocho fases:

  • Contacto y presentación: Establecer un acercamiento respetuoso y no intrusivo.
  • Alivio y protección: Atender necesidades básicas y ayudar a reunir familias.
  • Contención: Estabilizar y orientar a personas abrumadas.
  • Recogida de información: Identificar necesidades y preocupaciones inmediatas.
  • Asistencia práctica: Explorar, priorizar y planificar acciones para atender necesidades.
  • Conexión con la red social de apoyo: Facilitar el contacto con familiares y amigos.
  • Pautas de afrontamiento: Informar sobre reacciones normales al estrés y enseñar técnicas básicas.
  • Conexión con servicios externos: Derivar a servicios de ayuda especializados y dejar información de contacto.

Antes de aplicar PAP, es vital informarse sobre el incidente y el entorno, coordinarse con otros intervinientes, detectar quién necesita asistencia, trabajar con familias y grupos si es posible, mantener la calma y demostrar claridad, y adaptar el enfoque a diversas culturas y poblaciones de riesgo.


Comprender estos conceptos y aplicar las pautas de los Primeros Auxilios Psicológicos es crucial para brindar una respuesta temprana y efectiva. No solo te permitirán reducir el estrés inicial en quienes atraviesan un incidente crítico, sino que también potenciarán su capacidad de afrontamiento y adaptación. ¡Tu conocimiento y acción pueden marcar una diferencia real en la vida de las personas en momentos de vulnerabilidad! Si te interesa profundizar en estas habilidades o deseas complementar tu formación, te invitamos a explorar más recursos y capacitaciones sobre Primeros Auxilios Psicológicos.


Cómo Aplicar Primeros Auxilios Psicológicos a Niños y Adolescentes en Momentos de Crisis

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