¡Hola! Qué bueno que estás aquí, porque vas a aprender cómo aplicar los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) a nuestros niños y adolescentes en los momentos más difíciles. Así como sabemos qué hacer ante una herida física, es vital estar preparados para apoyar emocionalmente a los más jóvenes cuando una crisis golpea. Este artículo es tu guía esencial para esas acciones rápidas y efectivas.
Pero, ¿qué pasa con el bienestar emocional? ¿Sabías que también existen los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP)?. Quizás hayas oído hablar menos de ellos, pero son un término reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y aunque suelen difundirse en situaciones extraordinarias como catástrofes, ¡tienen un valor preventivo altísimo! Por eso, todas las personas, y especialmente las familias con niños, deberíamos conocerlos y saber aplicarlos en el día a día. Aquí nos vamos a centrar en los peques y adolescentes.
¿Qué son exactamente los Primeros Auxilios Psicológicos y cuándo se aplican?
Los PAP son una serie de acciones para acompañar y ayudar a las personas, y de forma particular a los niños, a enfrentarse a algo realmente difícil y fuera de lo común en sus vidas. A esto le llamamos un "incidente crítico".
Un incidente crítico puede ser muchas cosas, como:
•La noticia del
divorcio de los padres, sobre todo si es conflictivo.
•Un ingreso inesperado
en el hospital.
•Presenciar o vivir
un accidente grave.
•Recibir un
diagnóstico de enfermedad grave.
•Perder el hogar por
un incendio o catástrofe.
•El diagnóstico grave
o terminal de un papá, una mamá o un hermano.
•La muerte repentina
de un familiar cercano.
•La muerte de un amigo o compañero de escuela.
En resumen, los PAP se aplican ante cualquier situación que cumpla estos criterios:
•Ser inesperada y diferente a lo que el niño ha vivido antes.
•Suponer un cambio, aunque sea temporal, en sus rutinas
habituales.
•Generar miedo intenso en el niño o, algo muy importante, en sus cuidadores principales.
Para que sean efectivos, los PAP deben aplicarse desde los momentos inmediatamente posteriores al incidente.
•Si el incidente es puntual (con principio y fin claro y corto, como un accidente), aplícalos durante al menos 72 horas y como máximo una semana.
•Si el incidente es de largo recorrido (como un ingreso hospitalario largo), aplícalos durante todo lo que dure y hasta al menos un mes después de que termine.
¿En qué consisten los PAP? Las 5 acciones claves
Los PAP son
acciones más o menos sencillas que
cualquier adulto puede aprender. Su objetivo principal es reducir el impacto del incidente
crítico en la vida y desarrollo del niño.
En palabras más técnicas, buscan prevenir síndromes de estrés agudo y postraumático. El fin último es gestionar la situación para minimizar el riesgo de que queden secuelas.
Hay 5 acciones que forman los PAP, y es recomendable hacerlas siempre en este orden:
1.Contener
2.Calmar
3.Informar
4.Normalizar
5.Consolar
Las acciones específicas para cada paso varían un poco según la edad del niño.
•Para niños de 0 a 3 años: Implica evitar separarte de ellos, ofrecer contacto físico, ayudarles a relajarse, validar sus emociones (si tienen más de dos años, ponerles nombre), explicarles la situación con lenguaje simple y asegurándoles que no están solos, establecer rutinas (como la de dormir), no forzarlos a comer, poner límites a las rabietas con ternura, hacer actividades positivas, escucharles ("hablarles"), permitirles control sobre cosas pequeñas, y ayudarles a expresar sentimientos jugando
•Para niños de 3 a 6 años: Asegurar su comodidad y descanso, ofrecer abrazos y contacto, hablarles suave y en voz baja, hacer actividades relajantes (cuentos, masajes), usar distracciones imaginativas (un gorrito puede ser de Spiderman), explicarles lo ocurrido de forma simple y honesta, responder a sus preguntas, corregir malinterpretaciones, explicar la diferencia entre sueños y realidad, abordar la muerte directamente si aplica, ayudarles a nombrar y expresar sus emociones (validándolas), tolerar comportamientos regresivos o agresivos por un tiempo, animarles a jugar o dibujar sobre lo sucedido, mantener rutinas, permitirles hacer tareas apropiadas a su edad, usar palabras que muestren sentimientos comunes, no obligarles a hablar, y permitirles participar en rituales culturales/religiosos.
•Para niños de 6 a 10 años: A esta edad, entienden más, pero también malinterpretan y captan el miedo de los adultos. Debes intentar que sus emociones no se desborden, buscando un equilibrio entre expresar el miedo y controlarlo racionalmente, atendiendo a sus miedos pero respondiendo desde la razón. Háblales suavemente, dales razones para tranquilizarse, recuérdales cuando superaron miedos previos, pero nunca digas que todo irá mejor si se calma (puede que no sea verdad). Infórmales con lenguaje adecuado, de forma simple y honesta, responde todas sus preguntas, insiste con suavidad si no quieren escuchar, averigua qué han oído y corrige. Aborda la muerte directamente. Ayúdales a nombrar emociones, anímales a expresarse sin forzarlos, y si reaccionan con irritabilidad, diles que entiendes que estén enfadados pero que deben intentar no estarlo. Consuélales animándoles a dibujar/jugar sobre lo ocurrido, mantén rutinas, busca equilibrio entre distracción y afrontamiento, permíteles hacer tareas productivas, fomenta el contacto social con amigos, y permíteles participar en rituales de duelo.
•Para preadolescentes de 9 a 12 años: Tienen una comprensión similar a los adultos pero les cuesta manejar emociones; el grupo de amigos es muy importante. Debes buscar un equilibrio entre la expresión emocional y el control, permitiendo que tengan su espacio a solas (ya que pueden avergonzarse de sus emociones) pero sin que sea excesivo. Háblales en voz pausada y serena, dales razones, recuérdales miedos superados y permíteles distraerse con amigos o televisión. Usa un lenguaje adulto pero sencillo, responde claro y sin rodeos, invita a que pregunten más (sin dar info extra no solicitada), y si evitan hablar, retoma el tema al día siguiente. Aborda la muerte directamente. Anímales a expresarse sin forzarlos, explícales que el mal humor puede ser una forma de tristeza y que no tienen que estar tristes todo el tiempo. Consuélales permitiendo participar en rituales de despedida, animándoles a encontrar actividades que les ayuden, permitiéndoles volver a la escuela y actividades habituales, y fomentando el contacto con su grupo de amigos.
¿Qué reacciones son "normales" y cuándo buscar ayuda profesional?
Después de un incidente crítico, es esperable ver ciertas reacciones en los niños. Son respuestas adaptativas y suelen disminuir gradualmente.
Algunas reacciones esperables incluyen:
•Problemas para
dormir (pesadillas, miedo a la oscuridad, levantarse asustado,
insomnio/hipersomnia).
•Dificultad para
separarse del adulto de referencia (miedo a estar solo).
•Problemas de
alimentación (no querer comer, cambios de hábitos, trastornos).
•Retroceso en
conductas o aprendizajes ya adquiridos (involución conductual, volver a
chuparse el dedo, orinarse en la cama, hablar como bebé)
•Aumento de los
miedos
•Irritabilidad, mal
humor, rabietas.
•Hiperactividad,
agitación o, por el contrario, estar más callado o no hablar en absoluto
•Juegos violentos o
reexperimentación del suceso a través del juego
•Agredir al adulto o
cuidador.
•Decir cosas como
"¡Vete, te odio!" o "Todo es culpa tuya"
•No querer jugar o
hacer nada.
•Aparentar no tener
sentimientos (embotamiento afectivo).
•Llanto frecuente o
intenso (en bebés, un llanto continuo e inconsolable puede ser señal de
alerta).
•Pedir constantemente
detalles del incidente, aunque sean sin importancia.
•Incertidumbre sobre
su seguridad (creer que el peligro está cerca, preguntar quién los cuidaría si
los padres mueren).
•No entender el
concepto de la muerte (para los más pequeños, es temporal y reversible; para
los mayores, irreversible y universal pero sin consciencia de la propia muerte
aún).
•Dificultades de
concentración o rendimiento escolar, conductas disruptivas, absentismo.
•Aislamiento o
conductas de riesgo (en preadolescentes).
Estas reacciones suelen desaparecer al cabo de unas cuatro semanas. Para preadolescentes, puede tardar entre 6 y 10 semanas.
Si estas conductas se prolongan mucho más, lo adecuado es consultar a un psicólogo especialista en estrés agudo y/o trauma infantil. Recuerda, cada niño es diferente, a veces no entienden lo que pasa, y esto crea estrés en la familia. ¡No dudes en pedir ayuda cuando la necesites! La UTCCB (Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos de Barcelona) es un centro especializado que ofrece este tipo de intervención.
¿Quién debe aplicar los PAP a los niños?
Las personas ideales para aplicar los PAP a niños y adolescentes son sus adultos de referencia: sus padres, madres, los adultos más importantes de su familia y sus maestros.
La importancia crucial de involucrar a las familias
Cuando una crisis afecta a una familia con niños de 0 a 12 años, es crucial implicar a los padres y cuidadores principales en la aplicación de los PAP. ¿Por qué? Los beneficios son enormes:
•Mayor efectividad: Ellos son las
personas de referencia para el niño y generan la mayor sensación de seguridad.
•Reduce la ansiedad de la familia: Muchas
veces, los padres no saben qué hacer o temen equivocarse. Implicarlos les da
una guía.
•Minimiza el riesgo de abandono: Si
los cuidadores están muy afectados por lo sucedido, a veces sienten que no
pueden cuidar a sus hijos. Ayudarles a aplicar los PAP es, a la vez, ayudarles
a cuidar de sus hijos en ese momento difícil.
Claro, hay obstáculos para lograr esta implicación: el propio estado de shock o afectación de los cuidadores, la confusión entre ayudar y sobreproteger (familiares que cuidan a los niños en lugar de apoyar a los padres), la actitud de la familia extensa que intenta tomar el control, o la tendencia a apartar a los niños del incidente (aunque duela verlos sufrir, esto puede hacer que se sientan excluidos).
Por eso, es clave recordar que Los mejores cuidadores son sus personas de referencia.
•Los proveedores de
PAP nunca deben sustituir a los padres, por muy afectados que estén.
•La sobreprotección
genera más inseguridad, tanto en adultos como en niños.
•Parte de aplicar los PAP es asegurarnos de que los niños sean correctamente atendidos por sus cuidadores.
En la práctica, esto significa que, al acercarnos a una familia:
•Debemos saludar
tanto a los adultos como a los niños.
•No debemos ignorar a
los niños ni hablar solo con los padres en su presencia.
•No debemos dar
nosotros las malas noticias a los niños; esa tarea es de los padres o
cuidadores, y nosotros podemos estar al lado para apoyarles y guiarles.
•Podemos invitar a
los niños a jugar o ir con otro adulto mientras hablamos con los padres, pero
implicando a los padres y dándoles pautas.
•Si el niño es muy
pequeño (0-3), debemos atender a la madre o cuidadora y guiarla para que
ella atienda al bebé, ayudándola a contenerlo, calmarlo, alimentarlo, mecerlo,
etc. Nunca debemos hacernos cargo del bebé nosotros.
•Debemos respetar el espacio familiar y no
ser intrusivos.
•Es vital informar a los padres sobre cómo
pueden reaccionar los niños y cómo ellos pueden ayudarles.
•Hay que informar sobre los recursos y
cuándo buscar ayuda profesional.
•Evita errores como implicarte directamente con los niños (por exceso) o no ofrecer ayuda ni pautas a los cuidadores (por defecto).
Factores que ayudan o dificultan la recuperación.
La capacidad de un niño para recuperarse de un incidente crítico depende de varios factores, que pueden ser protectores (favorecen la recuperación) o de riesgo (aumentan la probabilidad de daño). Lo interesante es que la misma característica puede actuar de una u otra forma.
Algunos de estos factores son:
•Del propio niño y su familia: Una personalidad sana, un apego seguro con al menos un progenitor, buen nivel intelectual, buena socialización, capacidad de resolver problemas, y una familia cohesionada, cariñosa y preocupada por los niños son factores protectores. Problemas previos de personalidad o adaptación, apego inseguro, dificultades académicas, pertenecer a una familia con muchos problemas, o haber vivido otros eventos estresantes antes son factores de riesgo. El género también influye; ser niña parece ser un factor protector.
•Del incidente en sí: No haber tenido víctimas mortales directas, no haber sido herido, la casa preservada, y conservar juguetes y objetos personales son protectores. Lo contrario (muertes/heridos, ser herido, perder la casa o los juguetes) son de riesgo. Para incidentes cotidianos, también influye si hubo una muerte, de qué tipo, y si hubo preparación para ella.
•De cómo se gestionó el impacto: Que el niño tuviera niveles moderados de activación durante el incidente, que los cuidadores controlaran su propio miedo, la capacidad de contención y consuelo de los cuidadores, que el niño permaneciera con sus adultos de referencia, recibir información suficiente y adecuada a su edad, ser llevado rápido a un lugar seguro, y restablecer rutinas y volver a la escuela/guardería pronto son protectores. Altos niveles de activación en el niño o cuidadores, poca capacidad de consuelo, ser separado de los adultos, no recibir información adecuada, permanecer en un lugar inseguro o provisional, prolongar la falta de rutinas, y no volver a la escuela son de riesgo.
•De la atención y seguimiento posterior (en los 6 meses): Tener orientación para los padres, tener espacios para hablar, jugar o representar lo ocurrido, y recibir ayuda si los síntomas persisten son protectores. La desorientación de los padres, no tener cómo procesar lo vivido, y no recibir ayuda para el malestar son de riesgo.
Como ves, los Primeros Auxilios Psicológicos son una herramienta poderosa y accesible. No buscan sustituir la ayuda profesional a largo plazo si es necesaria, sino ser esa primera respuesta cálida y efectiva que minimiza el daño y ayuda a nuestros niños a empezar a recuperarse. ¡Tener esta información y saber cómo actuar marca una gran diferencia!